jueves, 12 de marzo de 2015

El cuidado del cuidador

¡Hola a todos! Soy Estela, y en esta entrada voy a describir lo referente a la clase del pasado jueves 12 de marzo, cuyo contenido versaba sobre el cuidado que requieren los cuidadores de las personas con enfermedades. Esta sesión estuvo a cargo de María del Mar Aires González, profesora del departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico de la Facultad de Psicología de la Universidad de Sevilla. Desde aquí agradecemos haber contado con  la colaboración de una profesional como ella, quien nos transmitió sus conocimientos con claridad y cercanía, ejemplificando cada situación con casos reales.

Cuando trabajamos con una persona con una enfermedad, no sólo intervenimos con ella, sino que nuestro trabajo se extiende hacia el sistema familiar, entre otros. Por tanto, es de vital importancia tener en cuenta al cuidador (formal o principal), ya que pasan la mayor parte de su tiempo junto a la persona enferma.

Aunque la dedicación al enfermo sea diaria, los cuidadores principales no reciben remuneración económica alguna ni se reconocen sus derechos. Además, asumen las principales tareas del hogar, y su motivación está basada en las emociones de la otra persona, por lo que renuncian a muchas cosas. Desde fuera, es percibido como el que asume la responsabilidad de cuidador principal. Esta situación, de manera prolongada, causa en los cuidadores una serie de problemas, como pueden ser cansancio crónico y problemas de salud, aislamiento social (apareciendo incluso conflictos con otros familiares), problemas económicos (en muchos casos dejan sus puestos de trabajo para dedicarse a la atención de la persona enferma), y se produce una restricción de las actividades de ocio. Así pues, la intervención psicológica ha de ir dirigida también a los cuidadores, a quienes algunos autores denominan “pacientes ocultos”.

Resumiendo, el cuidador se enfrenta a un doble reto: por un lado, garantizar el bienestar de la persona enferma, y por otro, mantener el funcionamiento familiar. Cuando las demandas del enfermo son desbordantes y los recursos del cuidador insuficientes, éste no puede atender correctamente esas demandas, y surge así la sobrecarga, que puede abarcar diferentes áreas (física, psicoemocional, sociolaboral, económica, etc.). Esto puede provocar en el cuidador frustración, depresión, culpa e incluso resentimiento, además de fatiga y problemas de salud. La mayoría de los cuidadores son personas cercanas a la persona enferma por lo que la implicación emocional del cuidador con ésta explica la sobrecarga mencionada antes, ya que se confunde la estrecha relación con los cuidados que proporciona, deviniendo en una situación en la que se sienten mal por salir y divertirse, dedicarse tiempo a sí mismos, sonreír, etc., ya que son conscientes de la situación y el dolor por el que pasa la otra persona, siendo el sentimiento de culpabilidad muy intenso.

Dos situaciones a destacar debido a su complejidad serían la del cuidador que cuida a un familiar que padece la misma enfermedad que él (ya que va viviendo el avance de la misma, y sabe que esa situación será la misma por la que tendrá que pasar llegado el momento); y la situación de codependencia (la fusión entre el cuidador y la persona enferma es tal que el primero vive a través del otro).

Hasta ahora hemos visto que la situación del enfermo influye en el estado psicológico del cuidador, y a su vez éste en la calidad del apoyo proporcionado. Esto plantea la ya mencionada necesidad de una intervención psicológica con el cuidador. Para ello, María del Mar nos dio una serie de pautas: enseñarles a organizarse, a aceptar sus necesidades y delegar responsabilidades en otros; enseñarles estrategias de afrontamiento, así como la importancia de trabajar la red de apoyo social.

Para finalizar la sesión, trabajamos en equipo las diferentes distorsiones cognitivas que podría tener un cuidador, para pasar luego a debatirlas mediante argumentos racionales que desmontasen esas distorsiones. Esta actividad, en mi opinión, favoreció que retuviésemos mejor la información recibida, además de darnos una mayor soltura a la hora de abordar estas situaciones. Una vez trabajado esto, algunos compañeros pasaron a representar la situación en un ejercicio de role-play.




Para finalizar esta entrada, os dejo con una actividad que María del Mar mencionó varias veces durante la clase: cada noche, pensad tres cosas positivas y agradables que os hayan sucedido durante el día. Me gusta esta actividad porque nos permite darnos cuenta de que cada día pueden sucedernos cosas que, por pequeñas que sean, podemos llegar a apreciar y hacernos sentir mejor.

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